Pinceladas de Asturias

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Al servicio de Su Majestad, de Fernando Rueda

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Al servicio de Su Majestad. La familia real y los espías: 50 años de conspiraciones, manipulaciones y ocultamientos, es la historia de España como nunca antes se había contado: desde el ángulo de las relaciones entre la Casa Real y el servicio secreto. Las dos instituciones que se han mantenido y apoyado para dirigir desde las sombras el devenir de los acontecimientos a su antojo, sin que los ciudadanos se dieran cuenta.

«¿Dónde figura escrito que el servicio secreto tenga que informar de sus actividades al Rey de España? ¿Por qué la mayoría de los directores del espionaje han protegido al monarca con esmero y dedicación en cualquier situación? ¿Conocían su implicación en comportamientos irregulares o poco éticos? ¿Ha informado La Casa a todos y cada uno de los presidentes del Gobierno de la democracia sobre las actividades conflictivas de la familia real?» Fernando Rueda, el máximo especialista español en cuestiones de espionaje, responde a estas y otras preguntas en el libro Al servicio de Su Majestad, un excepcional trabajo de investigación para sacar a la luz la desconocida relación que los miembros de la Casa Real han mantenido en los últimos 50 años con la principal agencia de inteligencia española, el actual CNI. Al servicio de Su Majestad es la historia de España como nunca antes se había contado: desde el ángulo de las relaciones entre la Familia Real y el servicio secreto. Las dos instituciones que se han mantenido y apoyado para dirigir desde las bambalinas, desde las sombras, el devenir de los acontecimientos a su antojo, sin que los ciudadanos se dieran cuenta.

«A lo largo de los años como periodista de investigación, he desvelado en innumerables ocasiones los éxitos del CNI –antes CESID– y también he denunciado sus excesos. No solo no tengo nada contra ellos, sino que considero que hacen un gran servicio a España. Nadie duda, yo tampoco, de que los gobiernos exigen desde hace muchos años la actuación de los servicios secretos para ayudarlos. Deben hacer lo que haga falta, aunque a veces se traspasen los límites permitidos en un Estado de derecho. Al servicio de Su Majestad trata sobre las conexiones de la monarquía con el servicio secreto, una perspectiva novedosa desde ambos puntos de vista. Me ha permitido descubrir una faceta oculta de los personajes principales, los reyes Juan Carlos I y Felipe VI, pero también de los jefes del espionaje y de muchos agentes sin los cuales no podría comprenderse sus reinados. Fue la soledad del primero en la España franquista la que le empujó a darse cuenta de la necesidad de controlar a las Fuerzas Armadas y, también, la de buscar el escudo protector de los servicios de inteligencia, esos que espiaban intensamente a su padre, Don Juan, y también a él. Por eso, una vez en la jefatura del Estado, siempre luchó para conseguir que el director del espionaje fuera un hombre de su máxima confianza. Daba igual la peripecia por la que pasara el rey, allí estaban ellos para sacarle del atolladero: conspiraciones para quitarle el trono, operaciones sucias contra políticos, teléfonos pinchados por la CIA, espiar y apartar de su lado a potentados amigos corruptos, hacer frente a las maniobras en su contra de algunas amantes, proteger a miembros de su familia, investigar la vida de posibles futuras reinas… Cincuenta años de dedicación que han cambiado con la llegada del rey Felipe, un punto de inflexión en la relación monarquía-gobierno-espías». Fernando RuedaUNOS FRAGMENTOS DEL LIBRO El Franquismo: Juan Carlos, espiado, descubre la necesidad de controlar personalmente el servicio secreto «Franco y don Juan se odiaban, se soportaban en la distancia y habían decidido que Juan Carlos se educara en Madrid con todas las ventajas e inconvenientes que ello suponía para ambas partes. Los espías del dictador tuvieron permanentemente abierto el frente de Estoril y no cejaron en los siguientes años en el control exhaustivo de su hijo y de todas las personas que le rodeaban». «Desde que Juan Carlos había entrado en la Academia de Zaragoza había puesto en marcha estratagemas para que esos espías no tuvieran acceso fácil a su vida privada, a sus sentimientos íntimos». «Durante sus años de estancia en España había aprendido que si quería sobrevivir en el complicado mundo conspiranoico de la dictadura y en el que viniera después, le era imprescindible disponer de los espías, de peones en las alcantarillas del Estado». «Entre los años 72 y 75, al menos la CIA y el SECED –también hubo sospechas sobre varios servicios de inteligencia europeos– tuvieron pinchados en algún momento los teléfonos de La Zarzuela. Al margen de las conversaciones, deseaban enterarse de la identidad de las personas con las que se reunía, que debían figurar en la lista elaborada por el control de acceso al palacio. Motivo por el cual el príncipe había diseñado una estratagema para que determinados invitados no aparecieran en ese listado y, si era posible, circularan sin ser vistos por la mayor parte del personal». «A pesar de espiarle, desde su nombramiento como sucesor el SECED le ayudó mucho. San Martín le sacó unas cuantas veces las castañas del fuego, aunque nunca sintió una dependencia u obligación personal con él… Una de ellas fue cuando evitó que su primo Alfonso le quitara el trono». La Transición: El servicio secreto se pone del lado de la monarquía y traiciona a su jefe natural, Adolfo Suárez «El primer objetivo de Juan Carlos había sido granjearse el respaldo de los militares y de los servicios secretos, al que había seguido el acercamiento a las personalidades influyentes del país. Seguía sin ser suficiente. (…) Precisaba un aliado con crédito que fortaleciera su posición en España y le facilitara el respaldo internacional. Solo había un socio con esas características: la Administración de Estados Unidos y su agencia de inteligencia, la CIA».

«Con Arias fuera del terreno de juego, tocaba designar sucesor. El rey dilucidó la nueva guerra política con maestría. Quería a Adolfo Suárez, en ese momento ministro secretario general del Movimiento (…) Algunos se veían a sí mismos como candidatos ideales, merecedores del puesto, el principal era José María de Areilza, el conde de Motrico, ministro de Asuntos Exteriores, monárquico (…) Para apartarle de la carrera a la presidencia, fue víctima del chantaje de los servicios secretos».

Los gobiernos de Felipe González: El triunvirato monarquía-gobierno-CESID funciona a las mil maravillas «Manglano se preocupó por esos encuentros furtivos de Juan Carlos con Bárbara Rey y decidió buscarles un nidito de amor discreto. Recurrió a un chalet que el CESID tenía alquilado en la calle Sextante de Madrid, catalogado como base de máxima seguridad. Con lo que no contaba el fiel Manglano en su deseo de proteger al monarca fue con que un grupo de agentes operativos descontentos descubriera el uso que le estaban dando al chalet y decidiera conseguir información con la que chantajear o defenderse del maltrato que recibían por parte de la dirección». «Al final de la etapa socialista, con más tiempo libre del que había tenido hasta entonces, Juan Carlos intimó con gente influyente sospechosa de querer beneficiarse de su amistad, sus amistades peligrosas (…). Apareció un Alonso Manglano decidido a proteger al rey de las personas que llegaban a él sin que se diera cuenta de que le podían menoscabar. Amigos como el príncipe georgiano Zourab Tchokotua, el empresario Javier de la Rosa –el nombre del rey aparece por primera vez en un caso de corrupción-, el banquero Mario Conde…» «La información sobre el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, que consiguió el servicio secreto, quedó archivada y guardada, solo habría aparecido si desde Cataluña alguien hubiera filtrado datos sobre operaciones en las que estuvieran involucrados miembros del gobierno o la jefatura del Estado». De Aznar a Rajoy pasando por Zapatero: Cuando un servicio secreto debe dedicarse a hacer frente a las amigas del rey «El diplomático Jorge Dezcallar tuvo que dedicar una parte de su tiempo a la protección de los intereses del rey (…) Uno de los encargos más secretos que recibió por parte de Juan Carlos, que se prolongó durante mucho tiempo, tuvo que ver con Iñaki Urdangarin».

 «José Bono, ministro de Defensa con Zapatero, fue el primero que se opuso abiertamente a permitir que el rey designara al candidato que le gustaba en el CNI. Por mucho que peleó por la continuidad de Dezcallar, Bono no cedió y puso a su hombre, Alberto Saiz». «Calderón, director del CESID, fracasó al intentar silenciar a Bárbara Rey penetrando en su casa y buscó formas originales de pagarle (…) Tuvieron que esperar a 2005 para que Saiz se atreviera a acabar definitivamente con el chantaje y el pago a la actriz». «El director Saiz perdió la batalla con el rey Juan Carlos para alejar a Corinna de su lado. Vio el peligro que se avecinaba y montó un Control Integral de Relaciones para saber todo lo que hacía, un espionaje que duró al menos cuatro años». «El rey se opuso al nombramiento de Félix Sanz como JEMAD, pero cuando Zapatero le designó director del CNI ya habían empatizado. Le cuidó tanto durante su mandato, que tras jubilarse sigue ocupándose de algunos de sus temas». «Sanz se enfrentó al comisario Villarejo y sin quererlo provocó que éste buscará información turbia sobre el rey Juan Carlos para intentar frenar los ataques que recibía desde el CNI». Felipe IV y el presidente Sánchez: Una forma distinta de entender las relaciones secretas al servicio de Su Majestad «Gigi Howard, Eva Sannum y Letizia Ortiz, las tres últimas novias importantes del príncipe Felipe fueron investigadas por el servicio secreto. Algunos creen que el informe sobre la actual reina pudo resultar incompleto». «Paz Esteban, la actual directora del CNI, ha establecido una relación totalmente profesional con el rey Felipe, distinta a las que tenía Juan Carlos con sus antecesores». «¿Debe el CNI proteger al jefe del Estado en cualquier circunstancia? En concreto, si conocen los delitos cometidos por el rey o sus familiares, ¿deben protegerle y guardar silencio amparándose en que su desprestigio puede suponer un descrédito para la monarquía y, por lo tanto, un peligro para la estabilidad del país?».

Fernando Rueda, el máximo especialista español en asuntos de espionaje, es doctor en Periodismo por la Universidad Complutense y profesor en la Universidad Villanueva. En su larga carrera como periodista ha trabajado en prensa, diarios digitales, radio y televisión, dedicándose desde sus inicios al periodismo de investigación.

Lleva veintitrés años como responsable del espacio “Materia reservada” en el programa La rosa de los vientos de Onda Cero. Su libro de no ficción sobre el servicio secreto ─La Casa, 13 ediciones─ rompió en 1993 los tabúes de la censura sobre el espionaje. Le siguieron otros muchos, entre ellos, KA: licencia matar, La Casa II, Destrucción masiva, Operaciones secretas, Las alcantarillas del poder y Espías y traidores ─los tres últimos publicados con éxito por La Esfera─. Es autor de la exitosa biografía Yo confieso de Mikel Lejarza, El Lobo. Además, ha escrito novelas como La voz del pasado, El regreso de El Lobo y El dosier del rey.

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